17 mayo 2006

Exorcismos

Exorcismos y Conjuros.
Para sacar los espíritus literarios malignos de adentro, para limpiarse de las necedades del escritor iluminado y poder ver con claridad la prosa delante de los ojos.
Como buen exorcista y desfacedor de diabólicos encantamientos, empiezo con el mío propio:

Octavio Paz. Un afrancesado sacerdote de la nueva religión de los conceptos en los que la deconstrucción lo significa todo. Después de los derrumbados ídolos de Marx y Freud, lo que se lleva ahora no es ni fumar opio ni esnifar cocaína, es el meterse dos dedos a la garganta para vomitar todas las palabras que nos desayunamos. La única con capacidad de regurgitarle es la Sor Juana, con la que tiene idilios trascendentales. En poesía, extraño brujo, amalgamador del haiku y la mística hindú, al que se le olvidó meter en la poción mágica los ojos de Huidobro, el polvo de cuerno de Espronceda y el testículo de Quevedo, y tan sólo le salió una sopa de verduras rancia con sabor a prosa escalonada. Jamás llegó andando al Zócalo, se quedó en San Ildefonso levantando un altar a Althusser y Derrida, junto al que danzó infinitamente rogando que los lectores de sus poemas pudiesen separar todo el trigo de la caca.

3 comentarios:

Díaz San Miguel dijo...

Louis Louis Luis, my friend... Is there a life out of Octavio?
However, my pleasure is your pleasure...
Why don't you write in here your favourite one?

Luis Mundaca dijo...

Es precisamente la idea: salir de Octavio, de los sueños prefabricados que me he hecho con él. La única forma que encuentro de hacerlo es exorcisándolo, exorcisándome. Lo he dejado hace tiempo, pero ahora regreso a él como el hijo pródigo que lo odia, como el niño antes quieto que ahora detesta al padre, como el adolescente que degolla gatos. De Octavio poco queda en mi memoria: hay vida después de él (la he encontrado), sobre todo en Cervantes y en Gamoneda (gracias, de nuevo, por el libro) al que redescubrí hace unas semanas. Borges me parece un buen antídoto en contra del surrealismo de Paz. Lo recomiendo. De hecho recomiendo jamás hacerse fan de los escritores, nunca pagan bien.

Luis Mundaca dijo...

Aquí

Mis pasos en esta calle
resuenan
en otra calle
donde
oigo mis pasos
pasar en esta calle
donde
sólo es real la niebla

Ocatvio