José Ramón Ripoll en la Fundación Juan March
Dejo aquí una foto de atardecer en Mikonos con una estampa en la que ya me es imposible no recordar a José Ramón Ripoll, a ese texto introductorio de El humo de los barcos que me emocionaba hace ya, seguro, más de quince años.
Si las palabras y su música suenan es porque en su interior esconden su indescifrable laberinto: un trazado que nos conduce al silencio y a la conformidad de lo callado. Silencio solo interrumpido por las sirenas broncas de las naves que, en busca de ese oscuro misterio, parten del muelle hacia el mar bravío. Atrás se deja todo: ciudades, azoteas, corazones y rostros, ahora desconocidos tras la niebla y el humo de los barcos.
J.R.R.